El lunes pasado en la clase de cuarto un niño hizo referencia a esta cuestión "¿Por qué tengo que estudiar música en la escuela si yo no voy a ser músico?" A lo cual le respondí con otra pregunta "¿quieres ser matemático, escritor, veterinario, ingeniero, periodista, ...?
Su respuesta fue: NOOO Yo quiero ser ser futbolista.
Su respuesta fue: NOOO Yo quiero ser ser futbolista.
La clase se sumó al debate y me preguntaron si el curso que viene habría música, que sus padres les habían dicho que la iban a quitar... "Maestrooo... ¡¿te van a despedir?!
¿Por qué estudiar música en la escuela?
AUTOR: Paul R. Lehman
Profesor Emérito, Universidad de Michigan, Ann Arbor
Ex Presidente de MENC: Asociación Nacional para la Educación Musical
Miembro Honorario Vitalicio de la Sociedad Internacional de Educación Musica
¿Por
qué la música es importante? ¿Por qué todos los niños deben estudiar
música en la escuela? Prácticamente todos los que han aportando una
significativa contribución al pensamiento educativo desde Platón, han
coincidido en que la música debe ser parte integral de la educación
básica de cada niño. Pero entonces, ¿por qué todavía tratamos de
contestar estas preguntas? Porque algunas personas ven a la música no
como una materia para ser estudiada con seriedad, sino meramente como
una forma de entretenimiento. Otros creen que la música puede ser
aprendida bastante bien fuera del ámbito escolar. Otros, inclusive, si
bien pueden reconocer el valor que hay en la música, simplemente no la
consideran de máxima prioridad.
Los
educadores generalmente concuerdan en que hay cinco campos básicos de
estudio: matemáticas, lenguaje y literatura, ciencias físicas, estudios
sociales y las artes. Nadie que no tenga un conocimiento razonable de
estos cinco campos, puede afirmar que posee educación. Cada persona
debería tener la habilidad para ejecutar, para crear y escuchar música
con discernimiento. Para alcanzar esa meta, cada estudiante debe tener
acceso en la escuela a un programa destinado al estudio de la música
amplio, equilibrado y secuenciado.
Recientes
investigaciones han sugerido que la enseñanza de la música puede
ejercer en los pequeños un efecto positivo sobre el funcionamiento del
cerebro, y que puede ofrecer otros beneficios educacionales y evolutivos
de un alcance mucho mayor aún. Estos resultados merecen nuestra
atención, pero la razón básica más importante para encarar el estudio de
la música es que la música, intrínsecamente, es digna de atención. Vale
por sí misma. Es importante.
No
obstante, no todo lo que es valioso e importante puede ser incluido en
el currículo escolar. ¿Por qué, entonces, incluir la música? Por muchas
razones. He aquí solo algunas:
1.
Uno de los propósitos educativos más importantes y generalmente
aceptado ha sido siempre el de poder transmitir la herencia cultural de
un grupo a las subsiguientes generaciones. Y es justamente la música una
de las más poderosas, de las más precisas, y de las más gloriosas
manifestaciones de cada patrimonio cultural.
El
rol fundamental y penetrante que la música juega en el negocio del
entretenimiento, a veces enceguece a las personas y no les permite ver
ese otro rol tanto más fundamental y penetrante que juega la música en
toda la cultura humana. Como consecuencia de la posición central que la
música ocupa entre las conductas esenciales del ser humano, cualquier
alumno al que se le permite dejar la escuela sin haber estudiado música,
habrá sido engañado tal como si se le hubiera permitido dejar la
escuela sin haber estudiado matemáticas o ciencia.
2.
Otro propósito de la educación, es ayudar a los estudiantes a alcanzar
su potencial. El potencial musical es una de las habilidades básicas
presente en cada persona. La mejor manera de desarrollarlo es
permitiendo que el estudio comience a una edad temprana y continúe
durante la adolescencia. Cada individuo cuyo potencial musical no ha
sido desarrollado, lo cual sucede con demasiada frecuencia, se ve
privado de una de las experiencias más satisfactorias que la vida tiene
para ofrecer. Las escuelas deben ofrecer a los estudiantes oportunidades
para que pongan a prueba los límites de sus potencialidades en la mayor
cantidad posible de ámbitos del esfuerzo humano. Cuantas más
oportunidades tengan a su disposición, mayores probabilidades habrá de
que la vida de los estudiantes sea lo más completa y rica posible.
3.
Todos los días estamos rodeados de música. Si revolcarnos
indiscriminadamente en la superficialidad y banalidad de la cultura
popular nos da satisfacción, no habría, entonces, necesidad de estudiar
música. Pero justo por debajo de la capa superficial de la música
trivial, a la cual estamos involuntariamente expuestos día a día, existe
un reino maravilloso e increíblemente variado de música profunda y
cautivante; pero una vez desmanteladas las barreras del desconocimiento y
de los prejuicios, la exquisita belleza y el placer son de fácil acceso
para todos. El estudio formal de la música puede abrir la cerradura de
esta puerta. Puede acrecentar la satisfacción que los estudiantes
obtienen de la música, permitiéndoles comprender y disfrutar de la
música más sofisticada y compleja. Cualquiera puede “disfrutar” la
música a un nivel rudimentario, pero el estudio secuencial puede afinar
la percepción de los estudiantes, elevar su nivel de apreciación, y
expandir sus horizontes musicales.
4.
Una de las cosas que implícitamente se enseña en las escuelas, es que
para cada pregunta hay una respuesta correcta. Pero fuera de la escuela,
raramente existan respuestas bien definidas para los problemas más
importantes con los que la sociedad debe enfrentarse. Estos problemas no
se prestan al formulismo de soluciones graduales como aquellas que nos
enseñan a aplicar en la escuela. La música se diferencia de las otras
disciplinas básicas en cuanto a que no refleja una preocupación por
respuestas correctas. Puede tolerar y acomodar las ambigüedades con las
que la vida está llena. Nos enseña a manejarnos con la subjetividad. En
este sentido, la música, más que otras disciplinas, es la que más se
parece a la vida misma. La música aporta un balance al currículo que
puede ayudar a compensar lo que, de otra manera, en el mundo real,
podría ser una visión distorsionada de resolución de problemas.
5.
Cada estudiante debe tener una oportunidad para destacarse en algo. La
música en la escuela puede prevenir deserciones al ofrecer oportunidades
para que, algunos estudiantes con dificultades en otras disciplinas del
currículo puedan ser exitosos. Para algunos estudiantes, la música
puede hacer que la escuela les resulte más tolerable. La mayoría de los
maestros de música han conocido alumnos que permanecieron en la escuela
únicamente por la alegría y satisfacción que recibieron participando en
la actividad musical. Sólo en la clase de música se apreciaron sus
talentos, se respetaron sus contribuciones, y se valoraron sus logros.
6.
Pero lo más importante de todo es que la música exalta el espíritu
humano e intensifica la calidad de vida. Muchas veces, en discusiones
relacionadas con el valor del estudio de la música, se ha enfatizado muy
poco, o se ha descuidado totalmente la vasta y singular habilidad que
posee la música para mejorar la calidad de vida. La música transforma la
experiencia humana. Trae alegría y placer a hombres, mujeres y niños en
cada sociedad y en cada cultura. Nos trae consuelo en nuestras
actividades cotidianas, y es un atributo indispensable, tanto para
nuestra felicidad como para nuestras ocasiones más solemnes. Representa
uno de los instintos más básicos de los seres humanos. Es por ello que
la música ha jugado un rol tan importante en toda civilización conocida;
y es por ello mismo que lo seguirá haciendo allá lejos en el futuro en
tanto y cuanto cualquiera pueda percibirlo. La única pregunta es, si
queremos limitar el acceso al conocimiento y a las destrezas musicales a
una reducida elite, o si queremos que estas estén disponibles para que
todos puedan apreciarlas y disfrutarlas. Espero que la respuesta sea más
que obvia.
Estoy
cansado de las excusas que ofrecen los administradores de las escuelas
cuando tratan de explicar por qué sus escuelas no pueden ofrecer buenos
programas de música. Pero la excusa que más me cansa es la del reclamo
de que no hay suficiente tiempo para la música durante el día escolar.
Esto es un disparate. La falta de tiempo es un problema totalmente
infundado. Es un tema infundado. La falta de tiempo está enmascarando,
en realidad, la falta de voluntad. Existen excelentes escuelas a nuestro
alrededor que no tienen problema alguno en encontrar tiempo para la
música y pueden servir de modelo. Si en la escuela A el tiempo no es un
problema, ¿por qué habría de serlo en la escuela B? De todos los
recursos necesarios para manejar una escuela, el tiempo es el único
recurso distribuido con absoluta equidad en cada escuela de cada lugar.
Otro
reclamo frecuente es que el horario no permite incluir la enseñanza de
la música, lo cual también es absurdo. En definitiva, ¿quién dirige
nuestras escuelas? ¿El horario o los educadores? ¿Cuál es nuestra mayor
prioridad, el horario o los estudiantes? ¿Debemos comenzar con un
horario arbitrario, y luego tratar de acomodar las experiencias
educativas siempre y cuando podamos? ¿O deberíamos comenzar por
identificar qué es lo que queremos que los niños aprendan y sean capaces
de hacer, para recién entonces pensar en cómo lograrlo? Repito, por
todos lados hay buenas escuelas que no tienen problema en incluir música
en sus horarios. Sólo nos basta con mirar a nuestro alrededor.
Cuando
se pidió a adultos y a estudiantes que citaran sus experiencias
escolares más memorables, un número extraordinario de ellos citaron sus
experiencias musicales. Describieron, de manera inconfundible, el
escalofrío electrizante que corre por la columna vertebral durante una
ejecución exquisitamente emocional; la extraordinaria camaradería que se
genera con otros estudiantes en una ensamble; la amistad y el consejo
de un maestro de música en particular; la acariciada oportunidad de
ejecutar un solo, o el magnífico sentimiento de logro que uno
experimenta luego de superar intimidantes desafíos, para poder alcanzar
un meta musical fervientemente buscada. La educación consiste en todo
aquello que nos queda, tras olvidarnos de las cosas que aprendimos en la
escuela. A menudo, son las experiencias musicales atesoradas las que
configuran los eventos más inolvidables de nuestros años escolares, y al
mismo tiempo, sientan las bases para un permanente fluir de
experiencias placenteras a lo largo de la vida. La música marca una
diferencia en la vida de las personas.
Quizá,
hoy en día en las escuelas, la mayor amenaza para los programas de
música proviene de los directivos y de quienes toman las decisiones, ya
que, es posible que estas personas, cuando fueron a la escuela, no hayan
experimentado programas de música desafiantes y gratificadores. No se
dan cuenta de lo que un buen programa de música puede hacer por el niño,
por la escuela y por la comunidad. Sin embargo, sería terriblemente
perjudicial, tanto para la sociedad como para los individuos
involucrados, privar a otra generación de lideres de la educación y de
la política de la enorme satisfacción y alegría proveniente de
participar en un programa de música de primera calidad.
Los
maestros de música nunca intentaron involucrarse para promover una
causa, y sin embargo tienen que hacerlo. Nuestros aliados más poderosos
son los padres de nuestros alumnos quienes están bien posicionados para
ejercer una presión efectiva sobre los dirigentes que ellos mismos
votaron. Por otra parte, debemos movilizar, a todo nivel, a nuestros
aliados naturales, para que apoyen un sólido programa de música en la
escuela. Estos aliados naturales incluye a educadores, artistas
aficionados y profesionales, profesores universitarios, políticos
simpatizantes y graduados de nuestros programas, como así también a cada
grupo y a cada individuo que se considere a sí mismo un defensor de las
artes.
En
estos últimos años, y en muchos lugares, se ha deformado peligrosamente
el énfasis tradicionalmente puesto en los valores humanísticos de la
educación, ya que dicho énfasis se ha ido desplazando hacia objetivos a
más corto plazo y estrechamente mecánicos. Muy frecuentemente, las
escuelas han descuidado importantes metas a largo plazo, buscando
alcanzar las metas en boga y a corto plazo. El propósito central de la
educación no es, por ejemplo, ayudar al estudiante a conseguir un
trabajo. Una persona con una amplia educación va a encontrar un trabajo,
pero un enfoque limitado sobre la capacitación laboral ignora las
reales necesidades que los empleadores más desean: la habilidad para
pensar con claridad y la habilidad para comunicarse eficientemente. Los
empleadores quieren trabajadores familiarizados con los cinco campos
básicos de estudio, ya que ellos mismos prefieren aportar el
entrenamiento específico de su trabajo. Y las destrezas personales que
más evalúan los empleadores – creatividad, flexibilidad, disciplina, y
la habilidad para trabajar en colaboración con otros – son todas
destrezas que se enfatizan en la música.
Tampoco
es propósito de la educación preparar a los estudiantes para la
elaboración y el marketing de los productos del consumidor. La gente
joven no debe ser tratada meramente como peones en el gigantesco tablero
de ajedrez de la competencia económica internacional. Y por cierto que
tampoco es el propósito de la educación preparar estudiantes para
aprobar exámenes estandarizados. El mayor y verdadero propósito de la
educación es la búsqueda de la verdad y de la belleza, del desarrollo de
las capacidades humanas, y del mejoramiento de la calidad de vida. Nada
mejor que la música para contribuir con este propósito. Es una falta de
previsión y un engaño enfatizar que a los estudiantes se los prepara
para hacerlos merecedores de una vida mejor a expensas de prepararlos
para que vivan una vida mejor.
La
posteridad no juzga a una nación por la fuerza de su ejército, ni por
el superávit o déficit de sus negocios, ni por los resultados que sus
estudiantes obtienen en los tests estandarizados, sino principalmente
por su contribución a las artes y a las humanidades. Esto ha sido así a
lo largo de la historia, y se ha vuelto tanto más real, a medida que
expandimos nuestro potencial para hacer que nuestro hermoso planeta se
torne cada vez más inhabitable a causa de la polución y la guerra.
Cuando el tiempo barre con todo, lo único que queda de una civilización,
son las obras artísticas y humanísticas.
Música
es vitamina M. La música es la pepita de chocolate en la galletita de
la vida. Hay magia alrededor de la música. Nos permite expresar nuestros
más nobles pensamientos y sentimientos. Compromete a nuestra
imaginación. Nos proporciona oportunidades inigualables para afirmar
nuestra unicidad. Estas son funciones particularmente importantes en un
mundo cada vez más dominado por la tecnología electrónica. La música no
es simplemente un ornamento de la vida; es la manifestación básica del
ser humano. Si insistimos para que cada estudiante tenga acceso en la
escuela a un programa de música comprensivo, balanceado y secuenciado,
es porque, simplemente, aspiramos a proporcionar a los alumnos de todas
las escuelas las oportunidades que al presente reciben los alumnos en
las mejores escuelas. No es nada menos que esto es lo que necesita una
sociedad democrática para consolidarse.
Traducción: Dina Grätzer
Artículos relacionados:
Una docena de razones por la que estudiar música
¿Por qué estudiar la música? Reflexiones de una antropóloga desde el campo
1 comentario:
¡Muchas gracias por compartir! Me ha encantado el artículo... Ojalá las altas esferas miraran de vez en cuando hacia abajo y se dejaran iluminar por la realidad en vez de legislar sin valorar la riqueza de las enseñanzas artísticas...
Un abrazo muy grande.
Publicar un comentario